Queridos hermanos
Acabamos de celebrar Pentecostés, donde el Espíritu Santo prometido, llega para guiar y conducir a la Iglesia, a renovarla, a acrecentarla con su gracia, para hacer que esos discípulos, hombres temerosos y débiles como nosotros, recibieran la fortaleza necesaria para ofrecer sus vidas, gritando al mundo que el Señor resucitado, sigue en medio de su Pueblo.